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RADIO

RADIO

En radio no se puede leer. En los noticieros, si se le da un tono de lectura, resulta menos grave, porque la audiencia sabe que la noticia no está siendo improvisada por el locutor. Pero en los programas de animación, en los deportivos, en los musicales, en las charlas, en las radio revistas, hasta en los editoriales, está prohibido leer. Más exactamente: que suene a leído.

Lo leído cansa. Cansa en los congresos, en los simposios, en los mal llamados seminarios que se atiborran de ponencias. En la radio no hay más estímulos que la voz de los locutores.

El lenguaje escrito no sirve para la radio. El estilo de la radio es vivo, caliente, conversado. Esto hay que decirlo una y mil veces, repetirlo, grabarlo en letras de oro sobre la puerta de la cabina para que no se olvide al entrar: hacer radio es hablar con la gente, no leer un papel delante del micrófono.

Por supuesto, algunos formatos, por la responsabilidad que implican, deberán ser escritos hasta en sus últimos detalles. Nadie será tan imprudente como para improvisar un editorial sobre un tema político grave, donde cada palabra tiene su peso y su medida. En estos casos y otros, habrá que redactar un buen texto y pulirlo bien. Pero luego, a la hora de la verdad, al momento de salir al aire, lo interpretaremos dando la impresión de algo fresco, que se piensa y se dice en ese mismo momento. Hay que aprender a leer como si estuviéramos conversando.

¿Cómo lograr esto?: Leer como si estuviéramos hablando
y hablar mientras se escribe

Escribir para el oído, ésa es la fórmula. Escribir oyendo las palabras, saboreando los giros, incluso las incorrecciones de sintaxis propias del lenguaje hablado. Hay que escribir así como suena, como si se estuviera conversando, y se notará la diferencia.

 

EL ARTE DE NARRAR

Para captar de inmediato la atención del público es importante comenzar así una radio revista  o programa cultural o deportivo, o comentario político o lo que sea:

¿No se han enterado aún de lo que le pasó a María Emilia ayer cuando abrió la puerta para salir de su casa?


Aunque nadie conozca a María Emilia ni sepan dónde vive, todo el mundo estará interesado en averiguarlo.

Así somos, nos atraen las vidas ajenas tanto como la nuestra. Nos gusta escuchar historias, aventuras, anécdotas, cosas que han pasado, reales o ficticias. Nos encanta oír cuentos, nos cautivan las narraciones.

¿Cuál es la diferencia entre la forma “narrativa” y la “discursiva”? En la primera, relatamos hechos, acontecimientos, contamos lo que ocurrió. En la segunda, exponemos ideas. El narrador pasa de un hecho a otro, encadena sucesos concretos. La narración va hacia delante, avanza con el tiempo, es cronológica. El discurso va hacia abajo, buscando profundidad, es lógico.

Y es que el relato no sólo captura la atención, sino también la memoria. Las narraciones se recuerdan más fácilmente, porque emplean palabras materiales, porque dan cuenta de la vida. Las nociones y definiciones, las argumentaciones y teorizaciones, por más importantes que sean, se suelen disolver en la mente.

Quien narra, gana. Quien sabe contar, tiene a su alrededor un montón de oyentes ávidos, esté con un grupo de amigos y amigas o en una cabina de radio.


EL LENGUAJE RADIAL

¿Cuáles son las mejores palabras para hablar por radio, las expresiones comunican más? Aquellas que se pueden ver, oler, tocar y saborear, las que entran por los sentidos y van derecho a la imaginación.

Por ejemplo:

A esta comunidad le faltan los servicios básicos.

Esta frase es correcta y bastante clara. Pero no se ve nada con ella. No se puede imaginar nada con ella.

Cambiemos ese concepto frío de servicios básicos:

A esta comunidad le falta agua, luz y caminos.


En esta otra frase la mente tiene donde reposar. Porque el agua se bebe, la luz se mira, los caminos se recorren. Son palabras concretas, materiales. Son palabras vivas, se proyectan y se mueven en nuestra pantalla interior.

Otro ejemplo:

En el curso hay muchos latinoamericanos y latinoamericanas.


Perfecto, todo el mundo entenderá. Incluso se ha empleado un lenguaje inclusivo, no sexista. Pero se puede ensayar otra manera más imaginativa de decir lo mismo:

En el curso hay peruanas y panameños, colombianos y chilenas, del Brasil brasilero y del México lindo… ¡de toda América Latina!

Lo que hay que ganar no es el tiempo, sino la imaginación del oyente.

Otro ejemplo:

Esa niña hace de todo en la casa.

Es una frase corta y clara. Pero no sugiere mucho, carece de color. Hay que poner  verbos concretos:

Esa niña lava, plancha, cocina, atiende a los hermanitos…

Ahora pongamos sustantivos a esos verbos:

Esa niña lava los platos, plancha las camisas, cocina los frijoles…

Y adjetivos a los sustantivos:

Esa niña lava una torre de platos grasientos, plancha las camisas blancas...

Mientras más elementos materiales proporcionamos, mejor puede el oyente representarse la situación.

Tenemos que aprender a “pintar” con palabras. Es lo que en literatura se conoce como describir y lo que en nuestro medio llamamos imágenes auditivas.

 

Palabras adecuadas e inadecuadas

Para hablar por radio hay que usar palabras sencillas. Palabras que se entiendan sin necesidad de agarrar un diccionario.


En los medios de comunicación masiva, el lenguaje sencillo resulta ser el más culto, es decir, el más adecuado para sintonizar con el gran público al que nos dirigimos.

Cuando estamos ante una pantalla o detrás de un micrófono, no hablamos para una élite o un grupo de expertos, ni siquiera para los colegas periodistas. Nuestra audiencia es la gente común y corriente, los ciudadanos y ciudadanas de a pie, el pueblo.

Para saber si una palabra es sencilla, existen 3 clases de lenguajes:

 

Lenguaje activo


Son las palabras que la gente usa en su vida diaria.
Por ejemplo, “dolor de barriga”.

Lenguaje pasivo


Son las palabras que la gente no usa frecuentemente, pero sí entiende.
Por ejemplo, “malestar estomacal”.

Lenguaje dominante


Son las palabras que la gente ni usa ni entiende.
Por ejemplo, “complicaciones gástricas”.

Sin duda, el activo es el mejor lenguaje para la radio. El que se habla en el mercado, en la cocina, en el autobús. En las radio revistas y otros programas de animación, los locutores y locutoras utilizarán este lenguaje si quieren sintonizar con su público.

El lenguaje pasivo también lo podemos utilizar en radio. Hay formatos (sobre todo, los noticieros) donde podemos trabajar con un lenguaje más formal, menos cotidiano. Pero siempre es indispensable que las palabras puedan ser comprendidas por la audiencia a la que se dirige.


RECOMENDACIONES PARA CONVERTIRSE EN UN PERIODISTA RADIAL DE CINCO ESTRELLAS

 

Un locutor o periodista radial no se resigna con ser escuchado por un grupito ni una élite. Su meta es la gran audiencia. El problema es que la popularidad no se decreta, se conquista.

El estilo propio es una combinación armoniosa de las cualidades que cada uno y cada una tiene. Se consigue aprovechando al máximo nuestras aptitudes: voz, talento, temperamento, formación, etc. Lo decisivo, sin embargo, es la actitud con que el o la periodista se relaciona con su audiencia.


La base para establecer una buena comunicación son las ganas de comunicarse. Porque ser comunicador radial no es tener linda voz, ni siquiera tenerla educada. Ser periodista de radio es sentir una pasión por dirigirse a los oyentes, por dialogar con ellos y ellas. Una pasión de hablar. Y una pasión aún mayor de escuchar. Antes que emisores, somos receptores. Y nuestro primer deber será siempre atender a los demás y aprender de ellos.

 

Alguien pensaría que la popularidad de un comunicador se consigue, como el título de su oficio indica, hablando. Todo buen conversador sabe que lo más interesante para la gente es la gente misma. Por eso, si se quiere ganar audiencia hay que comenzar por interesarse por el otro, escuchando más que hablando.


Hay que conocer a nuestro público, aprender sus rutinas, sus horarios, el trasiego de su jornada. No es lo mismo abrir un micrófono de mañana que a medianoche. Un joven tiene una actitud de escucha muy diferente si es lunes o si es sábado. Se trata de hacer bailar la programación al ritmo de la vida cotidiana.

Hay que entregarse al público, sentirlos como amigos, como familia, conocer sus gustos y los intereses de la mayoría. Cuando los hombres y mujeres de prensa se identifican con los oyentes, los oyentes se identifican con ellos. Cuando una periodista va al encuentro de la gente, su palabra se multiplica, germina.

Así son los comunicadores y comunicadoras de cinco estrellas.

 

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