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CUANTO CUENTO
CUÁNTO CUENTO
de Javier González Serrano
- El relator abrumado y la sinestesia del espejo-
Por Kenneth J. Chávez*
La retrospección, el monólogo alterno (autor-personaje) y la relación objetual hombre-máquina, son las técnicas narrativas utilizadas con mayor énfasis en Cuánto Cuento, obra publicada el pasado 8 de octubre (2008) por el escritor Javier González Serrano bajo el sello de Editorial Universitaria, UNAN-Managua.
Presentada por el crítico literario, Roberto Aguilar Leal y conformada por una cuarentena de páginas, queda accesible a los lectores de todos los niveles intelectivos esta opera prima. Obra que se desprende de todo ribete jactancioso y de todo festín estilístico, como los hay por doquier en la actualidad. Es literatura modesta y despojada de ripios; es lo que llama la atención al lector postmoderno, un contenido que, cómodamente, puede digerirse mientras se toma el café del desayuno, cuando se viaja en el ronroneante autobús, o bien, mientras se cumplen las obligaciones diarias; y es que, en Cuánto se lee
Las líneas están hechas con la vena suelta de un relator abrumado, esto se manifiesta a través de motivos tales como: la muerte, la pobreza, el incesto, el crimen, entre otros. Toda esta miseria humana representa una reflexión fragmentaria que, en medio de su abstracción, intenta ubicarnos en una esfera cotidiana y costumbrista; no obstante, este realismo se vuelve antitético cuando, entre las hendiduras de un ambiente sórdido, se asoman los paisajes tercermundistas: el espacio reducido a oscuridad y el des-tiempo pasado-presente. Este dualismo queda expuesto en lugares comunes tales como: plazas, cárceles, prostíbulos, carreteras, pueblos lejanos, avenidas centrales, un parque y otros tantos que matizan los dos polos del texto: lo urbano vertiginoso y lo rural quiescente.
La narrativa en Cuánto Cuento se sacude y no logra desprenderse de los trastornos del intelectual, no así deba catalogarse como cuentística psicológica. Su innovación se erige a partir de la confrontación de los dos espejos: uno que refracta la máscara del texto, mientras el otro pinta con relieve la máscara social; al converger ambas se concreta un “sincretismo perceptual”, y que tiene como fin engañar al lector a través de hilos narratológicos que funcionan como reflejos, es decir, que, al ser leído el texto, el concepto retorna a su punto de origen, en este caso, a su realidad social. Esta transfiguración se forma en la conciencia del lector que sueña con acaparar todo el discurso, pero que, según la composición del metalenguaje, se trata de una trampa artificiosa: la secuencia de una línea inicial, el intersticio (vacío temporal) y la línea recursiva. Para muestra un fragmento de El beso:
“Déjenlo, no le hagan nada, yo lo conozco” –dijo una voz aguardentosa de mujer. Apareció de las sombras una figura femenina que, a pesar de los harapos y la lustrosa suciedad, era esbelta y estilizada. Me sorprendió que en ese lugar tan hostil y peligroso para un extraño hubiera alguien que me conociera”.
Resulta claro que, en ningún momento, Javier nos sitúa ante una cuentística estructural; no obstante, el texto queda expuesto como objeto cuando se antepone la trama sobre el mismo lenguaje. El binario ética y estética se convierte en una mera cuestión de estilo; es como se define la vena del autor, cuando, al quitarle los atavíos retóricos a la palabra, transforma su creación en mímesis custumbrista. Es lo que pasa cuando se toma un fragmento de nuestra cotidianeidad y se da rienda suelta al ejercicio escritural para hacer caer ese pequeño instante entre las redes del cuento realista, y que no es otra cosa que la buena manía de aprehenderse de la miseria de los espacios y sujetos mundanos. Basta con leer un tramo de El Callejón para confirmar este criterio:
Estaba ahí, frente a esa calle angosta. Era increíble que en medio del centro de una capital existiera un lugar tan precario. Una vía estrecha sin pavimentar, eternamente llena de corrientes de agua blancuzca y lodo podrido….
Y, siguiendo el mismo curso y discurso de El Callejón, el autor nos arranca los ojos para lanzarlos en una corriente de vértigo de El peor de los mundos posibles:
…A ambos lados dos hileras de casas paupérrimas, hechas de trozos de zinc oxidado, plásticos de todos los colores, pedazos de rótulos de publicidad y láminas metálicas impresas de los periódicos nacionales.
Éste es Cuánto Cuento, el lenguaje de la vida traducido en 15 tramas cortas. Los lectores se enfrentan al estilo directo del periodista y educador, del cuentista y poeta, pero sobre todo, del relator de objetos comunes y paisajes infrahumanos. ¡Eh aquí un cóctel de retentivas sinestésicas!
*El autor es miembro del
Grupo Literario EROS. UNAN-Mng.